viernes, 8 de enero de 2010

indolencia

El estaba ahí y yo también.Dentro de ese aire, sintiendo diferente.Haciendo lo mismo pero sintiendo diferente.En todo sentido.
Ahora lo veo,ahora que ya pasó no sé cuánto tiempo desde el último respiro.Ahora que me aprendo los poemas de Storni para creer que no fue hasta ahora, si no antes que me di cuenta.
Ahora que el único que abrió la boca fue el paso de los días,que es lo que habla mejor que las despedidas.Todo esto,mareada ya a no sé cuántos postes de luz de distancia,con la cara dura frente a la ventana,con las piernas cruzadas,entera.
Reconociendo intactas cada una de las partes de mi cuerpo,como si me hubieran dado a escoger sin hacerlo: "corazón, o esto?"
Sentada en el sitio más siniestro,con mi reflejo dándome en los ojos, distorsionado por la grasa del cristal (por la grasa del cristal!),perfectamente entrenada,sin parpadear más de lo necesario,sin recordar más de lo deseado,absurdamente impávida... y despeinada.
Corro a pasarme los dedos por la cabeza cuidando no revolver mucho la memoria,pensando en los dos mil postes más que puedo pasar si me da la gana,de aquí a eso seguro ya tengo el pelo largo,si me ve no me reconoce y si me reconoce le digo que se ha equivocado,que no se disculpe,que no tiene por qué, (carajo Emilia, no tiene por que)mientras disimulo la niña pasada sin devolverle las miradas.
Lo haría - lo haría? - con la misma dureza con que traigo cerrado el puño desde el frenazo de la última luz en rojo,hasta ahora que me va entrando sueño,hasta ahora que el extranjero que va sentado atrás se ha puesto a cantar bajito,y me da por creer que lo hace para mí,hasta ahora que se me olvidan los propósitos del veinte diez, y acabo manchándome de negro el reverso de la mano, con dos o más pestañas vencidas.

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