jueves, 10 de septiembre de 2009

Lo que queda


La escuché y sentí como si fuera mi propia despedida,creo que quemé lo que estaba haciendo.
Réquiem para el sapo dorado de Manuel Obregón. Efecto curioso sobre mí tuvo esa tarde, y las que le siguieron... me di cuenta de todo lo que se aferra a no ser olvidado, muy a pesar mío,de lo inmortal que puede ser algo si se le deja, de la lluvia de imágenes que tengo cuando suena, como la película antes de partir.Me doy cuenta cuando termina, me doy cuenta que sigo aquí y de todo lo que se quedó conmigo, como una especie que no quiere extinguirse.

Parece que nunca tuve dedos para el piano, que no se me ha perdido del todo el camino, que a veces las ventanas a horizontes también tienen cara de canción

Sur Realista

Se despertó con más de dos pies
empapados
un ojo le corría escaler
a
b
a
j
o
donde acaba la ventana
hecha pedazos
un cóagulo de voz
desesperado

En medio del salón
está el manzano
la lámpara de pie
persigue al gato

rastros de pincel
atropellado
escupen serpentinas
del lavabo

debajo de sus plantas
alfombrado
el piso se retuerce
como insano

no alcanza hasta la puerta,
ya sin brazos
escaparse de ese infierno
imaginado

y termina escurriéndose
despacio
como el sueño
y la pintura,
entre las manos

Azur de la Garúa

Mitad realidad,a veces no tanto.
Un poco de homenaje a la memoria perdida,un poco de plegaria inútil a la que quiero que se vaya...un espacio, sólo.
Para pasearme pensando en el extraño mundo mío
del verbo atravesado,es este instante, en el necio color de la nostalgia, en lo que crea y exista, en lo falso y en lo mismo.
En el punto y en la coma de la risa, o el dolor de morirse sin nada escrito.
Sea la acción y efecto de revolverme los sentidos,fusión liberadora volver acaso,
a estar conmigo.